“Quiero tener mi propia empresa”,
“quiero ser emprendedor”, “abrir mi changarro”… son frases que suenan mucho
últimamente y más en estos tiempos en los que parece estar de moda tener corazón y alma de hippie que busca
rebelarse en contra de los grandes corporativos.
Frases que retumban en salones llenos de jóvenes que están a la espera de convertirse en el próximo Carlos
Slim de la noche a la mañana o que simplemente están a la expectativa de una
idea millonaria de la que vengan miles de dólares, portadas en la revista TIME
y una película al estilo “The Social Network”.
“Abrir mi changarro” es un sueño
para muchos que no saben las implicaciones que conlleva, los desvelos, la fatiga,
la inversión, el “te lo dije”, las negativas, la desconfianza y los cerrones de
puerta… pero sobretodo que no imaginan la emoción de estar logrando
un sueño, de ver los frutos del trabajo y la preparación, de notar el alcance
de ideas que son suyas y que pudieron haber salido en un momento inesperado
para enamorarte, ideas que llegaron para quedarse.
Después de una larga plática
respecto al tema se vienen más preguntas sobre el verdadero significado y valor
que tiene un emprendedor, y más en un país en donde se dice que “el peor
enemigo de un mexicano es otro mexicano” pero también en donde, como dice
Octavio Paz, nadie se “raja”.
Ser emprendedor va más allá de “ser
la persona que identifica una oportunidad de negocio y organiza los recursos necesarios
para ponerla en marcha”, ser emprendedor es un verdadero reto que necesita
cualidades creativas, de independencia, tolerancia a la frustración,
autodisciplina, toma de riesgos, trabajo en equipo, el compromiso con un sueño
pero sobretodo la promesa de su exitoso aterrizaje. Y justamente eso es lo más difícil.
Soñar no cuesta nada, emprender
cuesta mucho… Cuando las limitaciones se hacen más fuertes y los “no vas a
poder” parecen tomar razón. El punto de confrontación en el que parece que sí
es una pérdida de tiempo y donde mantener el compromiso con un sueño comienza a
tambalear.
Si me preguntan a mí, soñadores hay
en todos lados, emprendedores, los de verdad, se cuentan de uno en uno.
Aquellos dispuestos a sacrificar el estilo de vida al que ya se habían
acostumbrado, horas de sueño y de comida; esos que están dispuestos a empezar
un recorrido que se sufre pero se goza, que te pone a prueba como pocas cosas
pueden hacerlo.
Que a pesar de soñar, imaginar y
sentir una idea, son críticos, conscientes y objetivos aún ante algo que los
inspira tanto, aquellos que irónicamente, mantienen los pies en la tierra.
Emprendedores que han logrado convertir
un sueño en realidad y son muestra de emprendedurismo puro y a la mexicana,
esos que ya son parte de la “columna vertebral de la economía nacional”.
Reconocer una idea, casarse con ella, demostrar que sí se puede. Pocos son los que tienen paciencia para alimentar, consolidar y hacer crecer un sueño que muchísimas veces parece no llegar; los constantes y los que se siguen preparando. Aquellos que están conscientes de que es una carrera a largo plazo, pero se comprometen a ella. Aquellos que no descansan hasta hacer historia.
Soñar no cuesta nada, emprender cuesta mucho… pero vale la pena.
Soñar no cuesta nada, emprender cuesta mucho… pero vale la pena.
Gabriela Pichipil
@GabyPichipil
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